La música y yo.

enero 19, 2008 at 4:34 pm (Música)

Mi historia con la música es algo extraña. De los primeros grupos de los que tengo constancia escuché, Dover fue el que tuvo más importancia en mi vida. No me acuerdo de lo que pasó el 11 de marzo del año pasado, pero cuando tenía 4 años, me pusieron «Devil came to me» en un día muy especial y lo recuerdo como si fuera ayer. El poder de la música, supongo. El caso es que no fui avanzando, precisamente. En casa sólo había un copón de cintas de Mecano, Olé Olé, Cecilia, Hombres G, Alaska y los Pegamoides y de ese estilo (no teníamos tocadiscos, así que no he podido disfrutar nunca de un sencillo, EP o LP en su condición original), de vez en cuándo las escuchaba un poco, pero no me llenaban (Antonio Flores y Jarabe de Palo me gustaban algo más). También había alguna de Scorpions o Roxy Music por ahí, que creo no llegué a escuchar (gran error). Por aquel entonces lo que más me gustaba era Ella baila sola, y todavía me sé algunos estribillos de memoria. También algo de Amistades peligrosas, cuya «Seré un pringao» me encantó y me sigue gustando, no me importa reconocerlo. Se puede decir que lo que más me iba por aquel entonces (y más adelante) era el pop.

Estaba obsesionado con la duración de las canciones. Cuando me dejaban alguna cinta, apuntaba en la cartulinita la duración exacta de las canciones. En la época de las cintas, las cronometraba. No me gustaban las canciones de dos minutos, tenían que ser de tres para arriba, y los estribillos tenían que sonar justo en el segundo 40, 50… porque con un estribillo que sonara en el segundo 46, ya pasaba de la canción.

Luego llegaron los discos, y la emoción de la primera cadena. El primer disco que compramos fue de Presuntos implicados, y qué quereis que os diga, lo oí mil veces porque era lo único que tenía, pero con el tiempo fue gustándome cada vez menos. Más tarde compramos el recopilatorio de Maná. Este sí que me gustó mucho, pero el grupo me decepcionó mucho con su último disco «Amar es combatir». Las dos primeras canciones son buenas y el resto es pura paja. «Antropop» de OBK también me gustó (la de veces que lo escuché, madre mía), pero también compramos «Arena en los bolsillos» de Manolo García, que ya desde el principio me dio una pereza horrible y «La taberna del Buda» de Café Quijano, que tenía sus canciones pero sin más. Casi todos eran de Wea. Recuerdo que el Corte Inglés era un chollo. Iba casi todos los sábados y me encantaba escuchar discos (la mayoría ya ni los recuerdo). «Usar y tirar» de M-Clan fue toda una revelación. Salvo por un par de canciones del medio demasiado duras para mi frágil oído, el resto me pareció una genialidad. También me gustaba que los cuadernillos en los que venían las canciones fueran extensos, y que vinieran fotos del artista. Siempre miraba por debajo de la carátula del CD a través de los huecos de las cosillas que sujetan el cuadernillo para ver si era aceptablemente largo o si tan sólo tenía un par de hojas con los títulos de las canciones y los agradecimientos.

Y creo que ahí me quedé, porque luego vino mi pasión por el cine y dejé un poco de lado la música. No dejé, en cambio, la maldita manía de la duración. Recuerdo que en el periódico ponía que X-Men duraba 104 minutos (cuando en realidad eran 100). Y menos mal, porque esa era la duración mínima para que quisiera ver una película; si llega a durar 103 minutos me habría perdido una de mis películas de ciencia-ficción favoritas, y probablemente la película que más veces he visto en mi vida. Lo mismo pasó con El pacto de los lobos. Tenía la duración perfecta, 142 minutos. La duración era como un arte más para mí. Afortunadamente, esa manía se me fue yendo con el paso del tiempo. 

Aunque en ese período de tiempo no le prestaba tanta atención a la música, descubrí algunos grupos españoles como La oreja de Van Gogh o Amaral que entraron a formar parte de mis favoritos (no así el meloso Alex Ubago), me gustaba relajarme con Enya, Dover seguía dándome alegrías con «Late at night» y «I was dead for 7 weeks in the city of Angels» y más tarde descubrí a The Cranberries y The Corrs. Ambos me encantaron. También me gustaba Shakira, y algo de bachata. Belén Arjona tenía alguna que otra canción muy destacable, Black Eyed Peas eran la mar de pegadizos y Evanescence tenían grandes explosiones de fuerza. Y por qué no reconocerlo, tengo un par de discos de «Operación Triunfo» y uno de «Popstars», que me lo compré más que nada por eso del karaoke. Ahora, cada vez que paso por la estantería, siento vergüenza ajena. Además, aprendí a tocar la guitarra, aunque tras tres años de clases, lo dejé el año pasado por falta de tiempo, pero intento practicar y tocar nuevas canciones siempre que puedo. Es una gran amiga y un refugio. Empezé a escuchar cada vez más a grupos como Bon Jovi, Red Hot Chili Peppers, Aerosmith, U2 o Bob Dylan, que fueron esenciales para definir mi todavía en proceso identidad musical. Por supuesto, llegó Bruce Springsteen, y con él mucha más buena música. Porque es cierto que entre los grupos anteriores los hay buenos, pero también lo es que algunos se llegan a sobrestimar por la presencia que han tenido en nuestras vidas, por encima de su verdadero valor musical.

La música (aunque suene tópico e infantil) marcó ciertos momentos de mi vida que sin ella no habrían resultado tan memorables, me alegró el día cuando estaba decaído y me relajó cuando lo necesitaba, me hizo replantearme ciertas cosas, saltar hasta tener agujetas y mover la cabeza hasta tener tortículis, llorar como si se me hubiera muerto el perro, aclararme las ideas… lo hizo, lo hace, y lo seguirá haciendo. Y esperemos que cada vez sea mejor.

Desde el año pasado me encuentro en plena etapa de grandes descubrimientos musicales. Al principio estaba algo atolondrado y abrumado por la ingente cantidad de músicos actuales y yo sin tener ni repajolera idea de por cuál empezar. Ya fuera tecleando en google “los mejores del rock”, a través de LastFM o iTunes Store y también gracias a las recomendaciones de amigos y algunos de vosotros, simplemente he empezado, por cualquiera, y me he llevado muy gratas sorpresas. Desde los más grandes guitarristas como lo son Eric Clapton, Steve Vai o Mark Knopfler (lo siento, no acabo de cogerle el punto a Jimi Hendrix) hasta lo más alternativo, pasando por el soul de Sam Cooke, Nina Simone o Aretha Franklin, la penetrante voz de Jeff Buckley, algo de country y las BSO más sinfónicas. Incluso algun grupo de metal como System of a Down me ha agradado, género que jamás pensé que llegaría a gustarme. Sin duda, Internet me abrió nuevos horizontes en el mundo de la música y sus géneros, y aunque me va un poco de todo, en el fondo sé que soy un rockero. Estos son algunos de los discos que más escucho ahora (y los que más riesgo corren de resultar cargantes de tanto escucharlos), la mayoría es Rock alternativo. Y de paso, los recomiendo:

Jeff Buckley - Grace

The Killers - Hot Fuss

Muse - Origin Of Symmetry

Audioslave - Audioslave

Radiohead - OK Computer

KT Tunstall - Eye To The Telescope

The White Stripes - Elephant

Jet - Get Born

The Strokes - Is This It

Goo Goo Dolls - Dizzy Up The Girl

System Of A Down - Toxicity

Artic Monkeys - Whatever People Say I Am, That´s What I´m Not

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